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Los domingos me hacen acordar a mi abuela. Será porque cuando era chica y hasta la adolescencia ese era el día en el que toda la familia se juntaba a almorzar en su casa. Eso si, había que estar temprano en la mesa, era uno de los pedidos al cual nadie podía fallar.
No era ni Doña Petrona, ni Choly Berreteaga pero se las rebuscaba para que sus comidas fueran las más ricas. Tampoco había mucha presentación en ellas, es más directamente no la había, pero al comer un bocado solo importaba el sabor.
Por algo será que siempre la cocina de la abuela se invoca como algo sabroso. Haciendo honor a esta frase en la ciudad de Madrid, España, dos hermanos de una familia tradicional decidieron abrir un restaurante en donde los manjares de la comida gallega son la mejor opción. Entre las especialidades de la casa se puede encontrar el arroz con pollo, los guisos y de postre el arroz con leche típico de la abuela. A raíz del éxito que tuvo el emprendimiento de encontrar en un lugar acogedor las recetas de la infancia se abrieron más locales a lo largo del viejo continente para que más personas disfruten de su cocina.
Asi como el pintor elige los colores del cuadro que va a pintar, el escritor elige los personajes del libro que comenzará a escribir, el cocinero elige los ingredientes para que su comida sea la más sabrosa. Y puedo pasar también que no sea la más deliciosa, ni la mejor presentada, ni la que más nos guste pero si está hecha con amor, como lo hace la abuela seguramente será la mejor.
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