El lugar está completamente oscuro, los primeros cinco minutos me generan pánico, debe ser por desconocimiento y falta de confianza. Escucho voces de desconocidos por todas partes, estiro mi cuerpo hacia atrás y hacia adelante tratando de reconocer el espacio, como espiando algo que parece vacío.
Empieza a correr un aire fresco con un leve aroma a café, se escuchan los ruidos de una máquina de escribir a lo lejos pero al instante percibo ese ruido frente a mí, pero ahora, empieza a sonar por varios lugares diferentes, suenan todas juntas. El sonido y el aroma me hacen suponer que estoy en una oficina, escucho que hablan de trabajo y eso confirma mi suposición.
Así comienza la obra teatral “La Isla desierta”, una pieza de Roberto Arlt, interpretada por el Grupo Ojcuro que es trabajada con la ausencia total de luz y que cuenta con un elenco compuesto en su mayoría por actores no videntes.
En base a sensaciones transmitidas por el tacto, los olores y los ruidos te permiten viajar por el mundo, sentir que estás en medio de una feróz lluvia en el océano peleando por salvar tu vida y de repente suena un gong, y viajamos a China, nos invitan a comer chao fan o chao min y en las calles nos llevan por delante.
En el Centro Cultural Konex podemos disfrutar de esta obra distinta que apela al uso de recursos táctiles, olfativos y sonoros logrando que el espectador sea parte de la obra, y después, a disfrutar un buen plato de la cultura oriental.
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